El ojo de la diosa brillaba, ahí arriba, claro y limpio como la luz.
Dos hombres andaban por el camino que los llanos campos de la Mancha ofrecían al viajero errante; uno, flaco cual insecto palo pero altivo como un caballero de carne y hueso, montaba sobre un caballo tan desecho y famélico como él. El otro, que presentaba mayor peso y corpulencia, de aspecto bonachón y simpático, presentaba como montura un simple asno, de manera que la pareja formaba una imagen un tanto extraña, el uno al lado del otro.
Los hombres no iban en silencio; si alguien interesado hubiera querido escuchar su conversación, no habría tenido el más mínimo problema para hacerlo. Pero claro, a esa hora y en ese sitio, no había nadie. Sólo nuestros hombres.
- Dime, querido Sancho-decía el primero, el más alto de los dos-, cuéntame de la manera en que me hice estas magulladuras que no me dejan vivir, y con las que me he levantado este amanecer.
- Mi buen señor Quijana- respondió el llamando Sancho- nos topamos con unos molinos de viento en nuestra travesía, y a vuestra merced le dio por pensar que eran gigantes-dicho esto, miró de reojo a su señor.-No pude impedírselo, señor...ya sabe que a veces es difícil.
- ¿Gigantes?-nuestro famélico señor Quijana pareció pensativo durante un momento.-Oh, Sancho, no sabes cuánto siento que tengas que cargar con esto...
- No se preocupe, señor. No importa.
De lo que hablaban nuestros personajes era del extraño comportamiento del citado señor Quijada: resulta que padecía una enfermedad en la que su mente pasaba grandes espacios en blanco; en estos períodos del tiempo, nuestro caballero se comportaba como eso mismo: un caballero andante salido de un cuento de hadas.
Nadie sabía realmente el por qué de esta peculiar ambientación; tal vez por la afición que el señor Quijada tenía por pasatiempo -que era leer estas mismas novelas de caballería-, o tal vez por algún sueño perdido que este hombre hubiera enterrado en algún momento de su vida. Quién sabe.
- ¿Cómo es, señor?- preguntó el que iba montado sobre un asno- si me permite el atrevimiento.
El señor Quijada miró a su criado un tanto severamente, lo que hizo a éste bajar la mirada, a su vez un tanto avergonzado por tan poco sutiles palabras.
Sin embargo, en un susurro que hizo estremecer a Sancho (de tal alto grado de intimidad era, que acariciaba las palabras) se oyó una frase que nadie más hubiera podido escuchar, ni siquiera nosotros:
- Es como si...como vivir en un mundo en el que nada puede salir mal...un mundo en el que los caballeros andantes son amados y respetados; éstos luchan por la verdad y el honor, por supuesto...vives...en un lugar en el que tú eres el héroe que siempre soñaste, el héroe que deseas ser todos los días, pero nunca tienes la oportunidad...ése mundo es tu Edén, tu Jardín Secreto, ese rinconcito de tí mismo que conoces sin saberlo...
- No comprendo bien, señor-nuestro campechano Sancho, sin que afectara a sus buenas intenciones, no era muy docto para conceptos tan poco claros-, sintiéndolo mucho, tengo que pedirle que no se enrede* mucho.
Tras una pequeña pausa, y más pianíssimo que nunca, el señor Quijada dijo:
- El Mundo de los Sueños, Sancho...los sueños...-y mirando hacia el firmamento, amando la Luna que les sonreía, añadió para sí mismo - don Quijote...
* Sancho se refiere a “irse por las ramas”, dicho popular de la época en la que fue escrita esta insulsa variación de la gran obra literaria, El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha. No obstante, la forma que usa el autor no concuerda con la forma correcta: tal es su ignorancia.
Mónica López del Consuelo
España
Perspectiva
Porque Perespectiva no es un grupo de personas , sino la palabra misma.
Pero si miento que me den sangre de ardilla blanca, y que las nubes se congreguen en el cuenco de mi mano mientras pelo una manzana.
Pez soluble, manifiesto surrealista..
Pero si miento que me den sangre de ardilla blanca, y que las nubes se congreguen en el cuenco de mi mano mientras pelo una manzana.
Pez soluble, manifiesto surrealista..
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